Agradecido con el aprendizaje es poco; más de 1 mes acogido dentro de la comunidad.
Vivimos en una pequeña aldea local, donde pudimos experimentar una boda y un funeral, visitas a diferentes escuelas, una misa o agradables tertulias en los humildes bares de pueblo.
A las faldas de la imponente montaña del Kilimanjaro; caminos de piedra, pequeños puestos de alimentos y vida al aire libre… Sin duda, una forma de vida muy diferente de la que podemos disponer en occidente.
Los niños siempre con una sonrisa, nos reciben allá por donde vamos señalándonos y al grito de “Mzungu”, palabra del Swahili que significa “persona blanca o extranjera”. Hablando con los locales, nos dicen que muchos de ellos a pesar de tener algo más de 6 años es la primera vez que ven a una “persona blanca”.
No hay duda, estamos sumergidos en África.
Recuerdo como un buen amigo, cuando todavía estaba en casa, al decirle que mi siguiente destino era Tanzania me preguntó: “Y tú… Ahora, qué buscas con este viaje?”. A lo que me salió contestarle de forma escueta con: “Un choque.”
Ahora puedo decir que sí; rebasó mis expectativas. El crecimiento personal que me ha aportado creo que puedo decir que no me lo ha aportado ningún otro viaje.
Siempre agradecido; sólo espero devolver de alguna forma todo aquello me han dado.
Pole, pole.
